Al lamentable destino propio uno suele despertar odiando al mundo, a ti mismo, a la vida o a la muerte, te calientas la cabeza con la gente en vez de que sea al sol y complicas tu vida dándole importancia a una multitud que no se lo merece.
Puede ser una manera despreciativa de pensar y quizás no sea tan malo, por lo menos te mantiene al margen. Pero que agotador es tener que aguantar las ocurrencias y poca tolerancia de los demás cuando invaden tu único metro cuadrado, y alrededor ves tantos rostros mirándote y susurrándose entre sí, obstaculizan tu caminar y no te dejan respirar, explotarás en cualquier momento.
No hay alivio al fin, pero te comienzas a cuestionar una serie de preguntas que te causan gracia, esa es tu única salida…
¿Por que graciosos? ¿Por que así? ¿No crees que sea una burla? ¿Burla a que? ¿O a quien? ¿Acaso no eres así? ¿No entienden nada? ¿O lo saben todo? ¿Entiendes algo? ¿Por qué te ríes? ¿Eres igual a ellos? ¿O no?
|